martes, 18 de agosto de 2015

Entrevista a Lluis Rabell: “Lo único que no va a decidirse en las elecciones es la independencia”


Las elecciones autonómicas del próximo 27 de septiembre en Cataluña están marcadas por el debate sobre la independencia. La lista “soberanista” Junts pel Sí, coalición de partidos como CDC o ERC y organizaciones como la ANC, considera los comicios como un plebiscito sobre esta cuestión. Encabezada por el exeurodiputado de ICV, Raúl Romeva, cuenta con Artur Mas u Oriol Junqueras, entre otros políticos. Frente a ella, Podemos, ICV,  EuIA (la marca de IU en Cataluña) y Equo, forman parte de Catalunya Sí que es Pot. La candidatura de confluencia está encabezada por el activista Lluís Rabell (Barcelona, 1954), presidente durante los últimos 3 años de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona. Defiende que es necesario hacer un referéndum y lograr una mayoría social para hablar de un proyecto de país antes de una independencia unilateral que no sería reconocida. Atiende a cuartopoder.es vía telefónica.

— En un primer momento su nombre no estaba entre las opciones principales ¿Por qué decidió dar el paso para encabezar la lista de Catalunya Sí que es Pot?

— La propuesta venía de antes, pero sí que es verdad que en principio no tenía ninguna intención de dar este paso. Sin embargo, hay una situación políticamente excepcional que está llamando a mucha gente que proviene del activismo social para entrar en lo que podríamos llamar una batalla política institucional o de representación. Finalmente la propuesta se hizo insistente a última hora apelando a una experiencia mía en el movimiento vecinal, es decir, en un activismo y marco organizativo en el que hay que aunar constantemente sensibilidades distintas. Se pensó que en una candidatura de confluencia mi experiencia podría ser útil.

— ¿Son estas elecciones del 27-S un plebiscito sobre el modelo territorial tal y como lo plantean desde la lista Junts pel Sí?

— No lo creemos. Pensamos que es un error responder a un problema político mayor, que ha sido la negativa del Gobierno español a facilitar un proceso de consulta e incluso bloquear un diálogo efectivo. Responder a esa actitud antidemocrática con una huida hacia adelante es un error. Difícilmente pueden ser leídas como plebiscito unas elecciones en las que concurren distintas candidaturas, en las que el carácter plebiscitario no ha sido pactado por todas las fuerzas y en las que buena parte de la población no las ve así. Tampoco lo reconocerán como tales ni la comunidad internacional ni la opinión pública española. Además surgen incógnitas o déficit democráticos importantes como que con la actual ley electoral los votos del área metropolitana tienen menos peso que los de la Cataluña interior. Establecer una equivalencia entre escaños y votos es problemático. Los propios promotores de esa idea de elecciones plebiscitarias no se ponen ellos mismos de acuerdo en los parámetros. Nosotros pensamos que son elecciones importantísimas pero que se trata sobre todo de abrir un proceso constituyente en el sentido de empoderamiento de la ciudadanía que aborde las cuestiones sociales y la consecución del derecho a decidir. Es una aspiración plenamente compartida por la inmensa mayoría de la sociedad catalana.

— En el debate sobre la cuestión territorial, ¿qué posición mantiene su candidatura?

— La defensa tradicional de las izquierdas, el movimiento obrero o progresista en Cataluña, que es el derecho a la autodeterminación. Partimos de ese derecho ampliamente reconocido por la sociedad catalana para expresar la opinión política. Lo que planteamos es llegar a la celebración de un referéndum con garantías democráticas.Es decir, una expresión democrática de la ciudadanía que sea reconocida y que pueda ser leída como la voluntad del pueblo de Cataluña por parte de la opinión pública española y la comunidad internacional. No está amortizada la etapa, a nuestro entender indispensable, de un referéndum con garantías democráticas y con amplia participación. Esto podría generar un mandato democrático que determinaría cuál es la voluntad de Cataluña en su relación con el resto del Estado.

— ¿Cómo se podría articular legalmente esta consulta? Desde luego hasta el momento parece muy complicado.

— Es una cuestión de voluntad política. Las fórmulas jurídicas existen, incluso en el marco actual de la Constitución. Existe la posibilidad de un traspaso de competencias para la convocatoria de un referéndum. En el fondo el problema es de correlación de fuerzas políticas. Si hay una demanda lo bastante amplia de la sociedad catalana por un lado y por otro acaba surgiendo, como esperamos de las elecciones generales, una nueva configuración política en la que el PP pierda la mayoría absoluta y se genere otro arco parlamentario más sensible a las demandas de la sociedad catalana. Así será posible establecer un tipo de pacto que permita el referéndum.

— ¿Qué opinión le merece la candidatura Junts per el Sí encabezada por Raúl Romeva? ¿La mezcla entre ERC, CiU o personas como Romeva es entendible? El cabeza de lista se ha intentado desmarcar de Artur Mas en una entrevista.

— Es lógico que cause cierta perplejidad. A nuestro entender esa lista es una maniobra política de CDC para conseguir retomar el Gobierno. Es algo que no podría hacer si se presentase a rostro descubierto teniendo que dar cuenta de su balance de Gobierno. Se ha caracterizado por unas políticas rigurosas de recortes y austeridad e incluso con connivencia con grandes decisiones del PP a nivel estatal. Por ejemplo la reforma laboral o la ley de estabilidad presupuestaria con la reforma del artículo 135 de la Constitución. Es una manera de ocultar el balance y el proyecto neoliberal que sigue teniendo CIU. Hay quienes han caído en la trampa, como ERC, con la ilusión o idea de que se puede dar un carácter plebiscitario a unas elecciones autonómicas. Han caído de algún modo en esa trampa y en la de su propio discurso. Lo único que no va a decidirse en estas elecciones es la cuestión de la independencia. Si ya ha costado implementar el deseo de un 80% de la población catalana con el referéndum, mucho más difícil se ve la posibilidad de organizar una secesión con un apoyo social más reducido. Es una candidatura que lo que pretende es devolver el Gobierno a Mas y llevar a una situación de bloqueo político. En esas situaciones se desenvuelve muy bien CIU, lleva muchos años gestionando la frustración nacional de Cataluña. Ese es el proyecto. Otra cosa es que haya gente de buena voluntad que se haga ilusiones sobre abrir un camino a la independencia por esa vía rápida. La experiencia demuestra que las conquistas democráticas son mucho más lentas y necesitan apoyarse en mayorías sociales mucho más amplias, tejiendo complicidades más allá del propio país.

— ¿Es la misma Cataluña la que quieren desde CIU que la que defiende ERC o gente más cercana a ICV?

— Los proyectos de país de esas formaciones son distintos. Ahí justamente está la trampa. Lo que ha conseguido CIU es evacuar ese debate sobre el proyecto de país, posponer el debate social y decir que primero hay que conquistar la independencia y luego discutir qué tipo de país queremos. Pero es totalmente ilusorio porque un proceso de autodeterminación sólo se puede sostener sobre la movilización e implicación de amplísimas capas de la población. Evacuando las políticas sociales se elimina el problema fundamental, que es que las políticas desarrolladas por CIU lo que han hecho es fragmentar y romper la sociedad catalana. Una sociedad desarticulada difícilmente puede sostener un proceso de estas características. Es un cálculo engañoso y tramposo. Hay que poner sobre el tapete el modelo social, la defensa de los servicios públicos, la lucha contra la pobreza, etc. Todo eso, que es lo que da cohesión al país, permite sostener un proceso de expresión democrática de la ciudadanía.

— ¿Qué modelo o proyecto de país defiende Catalunya Sí que es Pot?

— Defendemos sobre todo tres líneas. Durante estos días elaboraremos un programa de Gobierno. Pero las líneas maestras están claras. Una primera es el intento de dar respuesta a una situación de emergencia social. Los índices de pobreza alcanzados en Cataluña son alarmantes. Hay un 20% de la población en riesgo de pobreza, con afectación especial a la infancia. Una de las primeras políticas que debería implementar el nuevo Gobierno sería un plan de choque contra la pobreza. Uno de los temas que quedó encallado es la iniciativa legislativa popular en favor de una renta garantizada. Junto a estas políticas pensamos que hay que desplegar una serie de iniciativas de reindustrialización y reactivación de la economía en unos parámetros sostenibles y de interés social, Uno de los temas importantes en nuestra campaña será la transición energética hacia una independencia energética y el desarrollo de energías verdes. En segundo lugar hay que plantear la regeneración democrática. No podemos seguir con los lastres de corrupción que han caracterizado la administración pública catalana en los últimos años. Eso ha alejado a la ciudadanía de las instituciones. En tercer lugar hay que plantear una removilización de la opinión pública y la sociedad civil en favor de la convocatoria de un referéndum. A partir de ahí una negociación con el Estado para alcanzarlo.

— Se ha quedado fuera de esta candidatura Procés Constituent. ¿Cómo valora la decisión? ¿Se encontrarán en un futuro?

— Aquí ha jugado en nuestra contra el factor tiempo. Los biorritmos son distintos en cada organización, pero los tiempos del calendario electoral son estrechos. Procés ha dejado su huella en esta candidatura. Nuestro manifiesto fue prácticamente redactado por ellos y algunas personalidades destacadas acabarán formando parte de nuestra lista como el profesor Vicenç Navarro. Los compañeros de Procés necesitaban más tiempo para debatir y metabolizar las alternativas que se planteaban. Ellos intentaron generarun puente entre la izquierda social más tradicional y corrientes como la CUP. No ha llegado a forjarse esa alianza en la medida que la CUP quiere afianzar su propio espacio político. Eso ha tensionado el debate en Procés y ha faltado tiempo para resolverlo. Pero en el activismo social seguimos estando juntos y en la propuesta política acabaremos encontrándonos. Es mucho más lo que nos une que lo que nos puede separar.

¿Es posible una candidatura amplia de confluencia para las elecciones generales similar a la que se ha creado para este proceso?

— En Cataluña está funcionando. No sólo aquí. Si echamos un vistazo al nuevo ciclo de cambio tras las municipales vemos que ese tipo de candidaturas han acabado obteniendo éxitos significativos. Esto indica que hay voluntad sustancial por la sociedad de que se encuentren este tipo de fórmulas. Aquí ha funcionado y esperamos que en las generales también tenga éxito en Cataluña. Si el modelo será exactamente el mismo que habrá que implementar en el resto del Estado, habrá que verlo. Desde aquí no pretendemos dar lecciones a nadie. Sólo nos parece más modesto y útil que funciones nuestro experimento y que funcione como referencia para quien deba servir. Pero no será desde aquí desde donde se diga cómo debe articularse un acuerdo en Madrid u otras comunidades.

— ¿Todo este debate sobre el modelo territorial, soberanía e independencia puede llegar a un punto de confrontación? Ya no sólo entre Cataluña y el resto de España, sino internamente. Hay posiciones muy enfrentadas. ¿Qué le diría a la gente que no entiende el deseo de autodeterminación?

— Primero lo que hay que explicar es que vivimos en un Estado plurinacional. Es algo que ha quedado muy diluido en las últimas décadas. Yo recuerdo que en los años 70 el activismo vecinal y las reivindicaciones democráticas en Barcelona eran conocidas, admiradas y entendidas en Madrid mejor que en las décadas posteriores tras el pacto constitucional del 78. Creo que es posible recuperar ese ambiente de comprensión. Los proyectos compartidos, muchos pensamos que lo más razonable es llegar a un proyecto compartido de tipo federal o confederal, se basan en el reconocimiento y respeto a la plurinacionalidad. Si eso es así no hay nada que temer de la expresión democrática de las nacionalidades. En Cataluña el peso de las clases trabajadores es tan notable y decisivo que jamás una conquista tendrá el cariz de un enfrentamiento, ruptura o volver la espalda a los otros pueblos de la Península Ibérica sino al contrario. La identidad no es ofensiva ni va contra nadie sino la expresión de la diversidad. No hay que temer a la expresión libre de la ciudadanía, sobre todo cuando están participando también sectores progresistas que nunca darán la espalda al entendimiento.

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